martes, 24 de julio de 2012

RAJOY,RAJOY…MIENTES Y ERES UN BOCAZA.

Por Pedro Negrin
Supongo, aunque no lo sé y no hay certeza alguna como viene demostrando la sucesión de hechos relacionados con la crisis, que la sustancia del hachazo era inevitable. Si se gasta demasiado, se vive de prestado y tienes a los morosos a la puerta del castillo para cobrar la deuda, lo aconsejable es racionar las provisiones. Pero incluso dando por bueno este argumento es muy discutible que Rajoy haya acertado en el fondo y en la forma.
Sobre las formas, Rajoy tiene razones para reír pese a que sus gobernados están sumidos en un valle de lágrimas. Se ha reído de nada menos que de 10.830.693 personas que votaron en noviembre de 2011 un programa electoral que el PP incumple sistemáticamente. Para ser más precisos, no es que no haga lo que prometió (por desgracia suele ocurrir con frecuencia), sino que hace exactamente lo que negó que haría en el caso de gobernar. El engaño es redondo. Es un fraude; así de claro.
Pero el fraude directo a sus votantes repercute en todo el censo ("¡que se jodan!", que diría la diputada Fabra). No sabemos si Rajoy tendría esta mayoría absoluta en el caso de que no hubiera escondido sus verdaderas intenciones. Aún más, los efectos de los decretos ley con mayoría absoluta constituyen un método infalible para su aplicación inmediata se ajusten o no a la ley, invadan o no competencias y estén o no respaldados por la ciudadanía a la que se le ha hurtado el derecho a expresar su opinión sobre estas medidas.
Visto desde Euskadi, la bancarrota española es un desastre añadido por varios motivos. El primero, porque el Gobierno alumbrado con el pacto PSE-PP ha dilapidado buena parte de la comparación positiva que manteníamos en relación con las cuentas del Estado. El segundo, porque lejos de emprender un camino diferenciado, López se ha dedicado a diluirnos en una realidad española de la que convenía huir como gato escaldado. En vez de desengancharnos del tren español, ha tratado de convertirnos en un vagón más.
Un último aspecto sobre las formas. Sabemos que las medidas vienen "recomendadas" desde los organismos de la Unión Europea que sólo prestan dinero si hay garantías de cumplimiento de los límites de déficit. Pero eso no es óbice para que, siquiera en el estrecho margen que queda en una economía intervenida de facto, el Gobierno de Rajoy hubiera buscado algún consenso previo mediante la negociación. Repito, si no hubiera engañado previamente a la población, posiblemente hubiera estado obligado a pactar.
Del contenido, si partimos de que es necesario ahorrar, lo discutible es a quién afectan más estos recortes. En palabras del propio Rajoy en septiembre del año pasado, "la subida de impuestos es profundamente insolidaria con las clases medias y trabajadoras". Tiene razón, sobre todo cuando los impuestos que aumenta no son progresivos, como el IVA, recorta las prestaciones a quienes no encuentran empleo o reduce la asistencia a las personas dependientes. Lo de los empleados públicos es un capítulo aparte. Parece que el hecho de que tengan un puesto de trabajo asegurado (¿seguro?) permite adoptar cualquier medida en su contra. Si me pongo en su piel, me cuesta entender qué celo van a poner en su trabajo si lo que reciben a cambio es, por este orden: campaña de desprestigio, recorte salarial, aumento de horas de trabajo y supresión de la paga extraordinaria.
Los cálculos que baraja Rajoy son eso, cálculos. Por lo tanto, sujetos a no traducirse necesariamente en hechos contables. No tanto en cuanto al recorte en el gasto, porque eso depende de una decisión ejecutiva que compete a las administraciones, sino en el capítulo de ingresos. Volviendo a citar al Rajoy de hace dos años: "La subida del IVA retraerá el consumo y no implicará un aumento de ingresos".
Sólo hay una medida que aplaudo abiertamente: la subida del impuesto aplicado al tabaco. Es lo que me faltaba para dejar de fumar.

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