
La inoculación del pesimismo en la conciencia colectiva es la estrategia
que está siguiendo el Gobierno de Rajoy. Los tiempos que estamos
viviendo no son buenos, la crisis existe, pero bien poco se diferencia
de todas las crisis que hemos padecido. Es curioso, pero en los tiempos
del caudillo Franco no se hablaba nunca de crisis, peor aún, vivíamos en
tal mentira que el mismo Fraga se encargó de diseñar una campaña basada
en la supuesta satisfacción de todos los españoles que subrayaba con el
infausto slogan "25 años de paz". ¿Imaginan ustedes una campaña, ahora
mismo, en la que celebráramos los treinta y tantos años de democracia,
es decir, de guerra? Porque si la dictadura fue llamada "paz" por sus
adeptos con Fraga a la cabeza, la democracia será "guerra" para ellos
mismos. ¡Digo yo…!
Pero ha ocurrido que quienes administran esta
crisis desde los mismos centros en que se fraguó han logrado ya poner a
sus partidarios y cómplices en los gobiernos europeos. El gran poder
económico y financiero de Europa ya no tiene un solo resquicio gobernado
por quien pudiera enfrentarse a él y se dispone a implantar su poderío
sin ninguna piedad. Es verdad que los países se han endeudado en exceso,
pero es también verdad que lo han hecho respondiendo a estrategias
expansionistas generalizadas que siempre parecieron lógicas e idóneas. A
los europeos se les vendió una moto de la máxima cilindrada a pesar de
que solo era necesario un vehículo sencillo que nos proveyera comodidad y
utilidad en lugar de grandeza y boato. Las noticias que coronan las
cabeceras de los periódicos se hacen eco de los desastres y muestran los
rostros herméticos de quienes conocen la crisis y están dispuestos a
usarla en su provecho, a última hora no van a ser ellos los que la
sufran en sus carnes, ni lo serán sus familias, ni sus amigos más
próximos.
Porque, ¿alguien recuerda cómo reaccionó Islandia ante la
crisis? Nada se ha sabido realmente de cuanto ha ocurrido. Islandia era
un país acuciado por su deuda en el año 2008 y reaccionó del mismo modo
que lo han hecho otros países europeos. Tan drásticas fueron las medidas
aplicadas que incluso decidió que los 3.500 millones de euros a
devolver a Gran Bretaña y Holanda, sus más importantes acreedores,
fueran pagados por las familias islandesas, mensualmente, durante quince
años al 5,5% de interés. Salieron a la calle las familias y no
precisamente para acudir a pagar sus deudas, sino a protestar. El
Gobierno modificó el interés (al 3%) y el tiempo de pago (a 37 años). No
fue suficiente para tranquilizar al país ni a los islandeses. Estaba
tan clara la responsabilidad de los banqueros y de los políticos que
habían alimentado aquel sistema que en la nueva Constitución que fue
redactada se hicieron hueco medidas punitivas para los responsables. Y,
por fin, tras un referendo, se optó por no pagar la deuda. ¡Qué
caraduras!, dirán ustedes. Es verdad que las deudas deben ser pagadas
pero ¿por qué han de ser los ciudadanos, uno a uno, los que financien
los devaneos de los poderosos tras los fracasos?
Avalados por un
informe del FMI, los datos de Islandia que doy a continuación son
esperanzadores: el PIB islandés ha crecido en el 2011, y la previsión
para el 2012 es de un crecimiento del 3,1%. El desempleo está alrededor
del 7%. Se ha reformado el sistema bancario y se han reducido las
entidades financieras de 23 a 14 entidades. Lo curioso es que a pesar de
haber optado por este tipo de actuaciones tan peculiares sigue teniendo
acceso al crédito de los mercados internacionales. Según afirma el
economista y pensador Guru Huky, "parece claro que los mercados
financieros no son rencorosos y si ven que un país a pesar de haber
impagado vuelve a sentar las bases para tener un crecimiento sano en el
futuro, le vuelven a prestar…Lo que sí son los mercados es temerosos,
sobre todo si ven que los países siguen sin afrontar y arreglar los
problemas de base". Alguien puede advertirme de que el Gobierno de Rajoy
está en la fase de arreglar los problemas más básicos pero ¿a qué viene
el pesimismo y la desesperanza que transmiten Rajoy y su gobierno cada
vez que hablan?
En la tribuna del Congreso de los Diputados sonó la
voz solemne de Rajoy para decir a todos los españoles que el año 2012 va
a ser "malo", que el PIB bajará un 1,5% y que el paro va a crecer
bastante más, sin poner límite. Por si fuera poco, el portavoz del PP no
solo dijo que el 2012 será muy malo sino que también será "muy largo".
Bien, esta derecha española parece capaz de alargar el tiempo para
justificar sus medidas, total la herencia recibida lo justifica todo:
"El Gobierno socialista ha sido el peor gobierno de la democracia… El
Gobierno actual es responsable de arreglar los problemas que ha dejado
el anterior; la situación en que hemos cogido el país no puede ser peor"
(Alfonso Alonso, portavoz del PP).
Ha sido el único toque que, bien
interpretado, mueve a cierta dosis de optimismo porque, si no puede ser
peor, irremediablemente será mejor todo lo que suceda. Sin embargo, ni
las victorias del PP en las dos últimas elecciones, ni las medidas
drásticas tomadas desde el cambio del Gobierno -subida de impuestos,
regulación financiera, hachazo al exceso de libertades de los españoles,
reforma laboral, promesa de solemne supeditación al Merkozy…-, han
detenido las caídas del PIB y el aumento del paro. Se dijo que era
imprescindible un cambio de Gobierno para dar confianza a Europa y a los
mercados, pero la confianza no ha aflorado. Que Rajoy y los chicos y
chicas del PP sigan cargando las culpas sobre el viejo, por
excesivamente defenestrado, gobierno de Zapatero, solo es propio de
ruines y miedosos. Sí, ruines porque siguen haciendo leña del árbol
caído, y miedosos porque tanto parecen temer a la herida posible que van
siempre vendados.
Esta estrategia basada en el pesimismo, no
obstante, persigue ser eficaz para quienes la propugnan, y lo será
siempre y cuando los españoles creamos que no hay otra solución posible
que la que nos proponen.
En el último debate del Congreso, la
oposición en bloque pidió a Rajoy una reflexión en torno a su modelo de
austeridad que, previsiblemente, aumentará el desempleo; en lugar de
usar la política para embridar a la economía y poner esta al servicio de
la política y de su fin más noble, que es resolver los problemas de
todos los ciudadanos, y no solo de sus partidarios. La derecha española
siempre ha deseado que Zapatero viera a España intervenida, en manos (en
garras más bien) de los halcones europeos tan ávidos de carroña, pero
Zapatero les aguó la fiesta en aquel 10 de mayo de 2010, cuando tomó las
medidas en la dirección dictada por los atroces mercados. La derrota
electoral del PSOE era algo inevitable, e imposible de corregir, pero
Zapatero optó por la responsabilidad y la decencia, frente a la
indecencia del PP que usó el Congreso de los Diputados para desacreditar
al presidente en lugar de hacerlo para suavizar y arreglar los rigores
de los españoles colaborando con sus políticas, sumisas a los mercados,
sí, y como ahora, "las únicas posibles".
Las Cortes de la pasada
legislatura han mostrado a las claras que la derecha española tiene aún
reminiscencias de épocas pasadas y, fiel a ellas, las usa solo para
llegar al poder y abusar después de su ejercicio. ¡Piensen en ello todos
los que les votaron por despecho a otros, y saquen consecuencias!