martes, 28 de febrero de 2012

Brutalidad Policial

 Brutalidad policial, torturas y agentes municipales laguneros: (las bestias hablan otro idioma)
 por FERNANDO CAñADILLAS RAMALLO (*)
¿Qué podemos hacer en 42 horas? Salgo la noche, a charlar un rato, beber con los amigos y pasear con mi novia. Ella es de Eslovenia y en Eslovenia se habla esloveno. Por lo tanto, es una lengua oficial de la Unión Europea. Y precisamente era esloveno lo que yo hablaba a viva voz en la calle, cuando tres policías locales me redujeron brutalmente. Los agentes pensaban que yo les insulté en alemán cuando registraban un coche cercano. Del alemán pasamos al siguiente menú.

De entrante, dos estampadas de mi cabeza contra la pared al grito de “¡Ahora vas a hablar checo y polaco, hijo de p...!”. Como primer plato, reducción de ambas manos con grilletes que amorataron cúbito y radio. Como plato fuerte, retorcimiento del pulgar, así como del codo derecho, acompañado con erosión en la rodilla. De ahí hasta la parada en el Centro Nacional de Policía, donde me encierran durante una hora en un coche, con las esposas puestas y con tres centímetros de rendija. Esta secuencia ellos la denominan “fuerza mínima indispensable”. La ventanilla abierta fue todo un detalle porque las bestias también respiran, podríamos pensar. Pero las bestias no hablan esloveno. Ni siquiera la lengua a la que yo fui sometido.

Este es el idioma oficial del sábado noche, de la brutalidad por placer y del anacronismo policial. Un idioma cuyos sintagmas nominales son la tropelía, el desdén y la ignorancia, cuyos predicados verbales se ejecutan con grilletes y porras y cuyo sustantivo común es la mentira. Según la denuncia policial, yo obstaculicé, golpeé e increpé a la autoridad, pero lo que yo hacía era hablar esloveno. A pesar de pruebas evidentes, la jueza pensó también que las bestias hablaban esloveno. Ahora que se destapan tantos abusos de poder por parte de las Fuerzas de Seguridad del Estado, puntualizo que estas transgresiones al ciudadano no solo acaecen en momentos de agitación social, sino en cualquier salida nocturna.

Por ello, es imprescindible vigilar a quienes nos vigilan y constatar los hechos de forma más fehaciente. No sobraría tampoco un examen psicométrico de acceso al cuerpo policial, porque ¿a estos caballeros uniformados se les enseña la asignatura de la tortura soviética? ¿Pragmática de la bravuconería? ¿Matonismo de excelencia? Quizás a la clase política le interese revisar la calidad humana de quienes nos protegen y de paso no aumentar el descontento social y la pérdida de votos.

Son solo alternativas. En realidad, me gustaría contar que las 42 horas de mi pregunta inicial fueron empleadas en películas, libros o besitos con mi novia. Pero nada más lejos de la realidad, señoría, esas 42 horas se condesaron en un calabozo de 125 baldosas, con ambientador a orín y un bocadillo de pan duro. Sentado, imaginaba esas alternativas para corregir una tendencia cruenta e ilógica. Y mientras dibujaba la utopía, yo desobedecía en esloveno, dormía dos noches entre barrotes con mi amigo Cortázar y las bestias seguían hablando otro idioma.

(*) Licenciado en Periodismo y víctima de la brutalidad policial en La Laguna. 

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