sábado, 23 de octubre de 2010

Dinamita pura

Por Carmen Ruano
Paulino Rivero acaba de dinamitar su mayor logro de Gobierno, la cacareada estabilidad, así que no conseguirá pasar a la historia, como era su deseo, como el único presidente que empezó y acabó una legislatura con el mismo Ejecutivo. Mal que le pese, ha vuelto a colocarse entre los del montón. Aunque fuera más que discutible aguantar cuatro años con unos consejeros que, en algunos casos, eran manifiestamente mejorables, cuando no absolutamente prescindibles por su cuestionable gestión. Pero esa es otra historia.
Hace ya más de un año que el presidente canario andaba tensando la cuerda de la estabilidad por donde menos le molestaba a él y más le apretaba a su vicepresidente, José Manuel Soria, pero en los últimos meses, a Rivero se le ha ido la mano y, antes de caer estrangulado, al líder del Partido Popular no le ha quedado más remedio que cortar por lo sano y por donde le duele más al líder nacionalista: la estabilidad.
El envanecimiento presidencial –agudizado a medida que se acercan las elecciones- ha propiciado que se jactara de un Plan Canarias que luego resultó tener un contenido tan exiguo que a Soria no le cuadraban las cuentas. Y ha hecho que corriera a Madrid para apoyar unos presupuestos con escasa consideración a las cuentas canarias, para mayor disgusto de Soria.
Rivero ha firmado, posado para lo foto y gozado –según sus palabras- de un acuerdo de legislatura –no un apoyo puntual- con dos medidas insólitas con la que está cayendo por aquí abajo: quitar la reforma electoral del nuevo Estatuto y que Canarias tenga aguas de su propiedad. Lo primero es baladí y lo segundo, una ilegalidad. Pero parece que al presidente le da gustirrinín.
A José Manuel Soria las veleidades pactistas de su socio no es que le hicieran gracia, en todos los matrimonios políticos los adornos óseos están tolerados, pero intentar meterle en la cama a Zapatero ya fue demasiado. Y eso que el vicepresidente hizo de tripas corazón cuando Paulino jadeaba con el Plan Canarias; miró para otro lado cuando le dio la dote del gasto corriente a Ruano y se mordió la lengua hasta hacerse sangre cuando Rivero se apoderó de la reforma del Régimen Económico y Fiscal de Canarias. Y tantos otros desaires…
El presidente, incapaz de controlar su apetito desordenado de ser preferido a otros y pasar a la historia como fuera y por encima de quien hiciera falta, no calibró su última jugarreta. Y Soria, harto, le movió la cama justo cuando hacía el salto del tigre. Para que se estampara contra su propia estabilidad, que se hizo añicos. Eso sí, Rivero pasará a la historia como el primer presidente al que el PP dejó plantado y con dos palmos de narices, siete meses antes de las elecciones. Algo es algo.

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