jueves, 12 de julio de 2012

No, señor presidente, usted podía haber hecho más



Nacho Cardero.- 12/07/2012

Desde ayer somos algo más pobres. Lo comentaba recientemente uno de los escasos banqueros que ha salido indemne del tsunami del rescate: “El sueldo medio del español será de seiscientos euros netos al mes de aquí a tres años”. Una afirmación que podría entenderse como una boutade, una provocación destinada a sonrojar al interlocutor, y que, sin embargo, se encamina por desgracia a convertirse en una realidad. La devaluación interna que sufre el país comienza a permear todos los estratos sociales.
Si alguien hubiera presagiado hace tres años que el IVA alcanzaría el 21%, que el Gobierno se vería forzado a quitar la paga de Navidad a los funcionarios y recortar las prestaciones por desempleo, nos habríamos apresurado a lapidarle en plaza pública acusándole de apocalíptico y antipatriota. Pero hoy nos encontramos a 12 de julio de 2012, veinticuatro horas después de que Mariano Rajoy haya presentado uno de los mayores recortes de la historia, y ése es el escenario al que nos enfrentamos. Salarios de derribo para un país en quiebra, donde los ricos han dejado de ser ricos, la clase media se encuentra capitidisminuida y los parados ya no saben siquiera lo que son.
Un Mariano Rajoy serio y resignado, con ese halo de incomprensión con el que acompaña sus gestos, subió a la tribuna del Congreso para anunciar medidas tan necesarias como dolorosas que a buen seguro tardaremos tiempo en calibrar. De haberlas realizado hace siete meses, se habrían entendido como la inmolación de un presidente del Gobierno dispuesto a sufrir una catarata de huelgas generales y sacrificar su reelección para salvar el país. Ayer, en cambio, no daba la impresión de tratarse del jefe del Ejecutivo sino de un gestor a cargo de una compañía en suspensión de pagos que ha terminado capitulando y entregando las llaves a sus acreedores. La troika hablaba por boca de Rajoy. No había opción. El Memorando de Intervención (eufemísticamente denominado de “Entendimiento”) así lo exigía. “Hago lo único que se puede hacer para salir de esta postración”, confesaba Rajoy a sus señorías.
Señor presidente, usted podía haber hecho más. Como acertadamente le recordó Rosa Díez, tenía la posibilidad de “optar entre el Estado del bienestar y el actual Estado de las autonomías”, y usted se decantó por el segundo, por mantener los privilegios de las comunidades y suprimir derechos a los ciudadanos.
Porque dígame, señor presidente, cómo se pueden bendecir estos recortes sociales si en la Comunidad Valenciana, gobernada por el PP (Alberto Fabra), todavía hay tres canales de televisión que chupan de las arcas públicas como sanguijuelas, si en Telemadrid (Esperanza Aguirre) un puñado de cargos gana más que el propio presidente del Gobierno, y en Castilla-La Mancha (María Dolores de Cospedal) ponen chóferes para que los invitados acudan a los programas emulando a las starlets de Hollywood; cómo se pueden anunciar unas medidas tan draconianas, tan perniciosas para el ciudadano, si Fomento sigue obcecado en construir el AVE a Galicia por 9.000 millones de euros, si hay aeropuertos abiertos como el de Huesca que apenas reciben cinco pasajeros al mes, si este 2012 se van a pagar 700 millones de euros más en primas a las renovables que el ejercicio pasado, si el Ejecutivo sale finalmente al rescate de las concesionarias de autopistas igual que ha hecho con la banca. ¿Acaso alguien puede entenderlo?
No hay precedente de un hachazo similar a la renta disponible de las familias. El consumo amenaza con desplomarse. Con las medidas de ayer, los expertos vaticinan recesión hasta al menos 2014 y una travesía en el desierto de, como mínimo, una década. Rajoy ha encontrado un extraño aliado en el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, que ejerce de hombre de Estado con el objeto de salvaguardar el legado de los anteriores gobiernos PSOE-PP. Pero no es el único ni el principal. La sociedad española, consciente de que no queda otra que tirar para delante y asumir los sacrificios, también está dispuesta a arrimar el hombro. Ahora bien, no se trata de un apoyo gratuito. Como contrapartida exige empezar a mover los cimientos autonómicos, poner coto al gasto superfluo y cerrar unas cuantas televisiones.

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