Ni media palabra. Ni una sola
reacción oficial u oficiosa. Alemania ha ignorado por completo la carta
que doce países europeos -entre ellos, España- han dirigido a Bruselas
pidiendo medidas que estimulen el crecimiento. Es un silencio
sospechoso.
Primero, porque aunque la misiva vaya dirigida a Durao Barroso y Van Rompuy, lo habitual es que haya algún tipo de eco por parte de Merkel o de su ministro de finanzas, Schäuble.
Nada en toda esta semana. No se puede ‘pasar’ así como así de doce
socios, y menos ahora que sabemos ya con las estadísticas comunitarias
sobre la mesa que la recesión está instalada en la Eurozona.
Segundo, porque ese silencio o esa no reacción reforzará la opinión de todos aquellos que sostienen que Berlín
va a lo suyo, haciendo oídos sordos a las sugerencias, alternativas y
propuestas de los países con quienes comparte destino en la Unión Europea y el Club de la Moneda Única. Y no es eso lo que le conviene a Merkel, quien se desayuna cada día con ataques, críticas e insultos de la prensa y los ciudadanos de muchos puntos del sur de Europa. Una cosa es que te acusen de nazi, de Dama de Hierro, de supermandona, de líder único, y otra que ejerzas de ello.
Algunos
datos pueden contribuir a esta sordera y ceguera temporales de la
canciller. Para empezar, la República Federal está superando
estupendamente la crisis. Ayer salieron las cifras del déficit del año
pasado: un 1%. Según el Instituto Ifo, que mide mensualmente la
confianza empresarial, la economía alemana sigue creciendo, la recesión
es sólo un recuerdo del pasado, las expectativas de los exportadores
para este año son prometedoras y la construcción vive un nuevo boom
gracias a los tipos de interés bajos (apenas un 3,5 por ciento) y al
miedo a la inflación. En otras palabras, Alemania parece vivir al margen del clima de angustia y sobresalto diarios de muchos de sus socios europeos.
‘Ordoliberalismo’ vs Keynesianismo
Una segunda
explicación viene en el informe que esta semana ha hecho pública la
oficina de Berlín del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR).
Según Sebastian Dullien y Ulrike Guérot, la
directora de la delegación en Alemania, la rigidez y la inflexibilidad
de la República Federal en materia económica no tiene tanto que ver con
los recuerdos de la hiperinflación durante la República de Weimar sino
con una corriente de pensamiento llamada ‘ordoliberalismo’ y que ha impregnado el pensamiento económico alemán desde la posguerra. Este ‘ordoliberalismo’ se opone a la intervención del Estado
en la marcha de los mercados y la economía y rechaza políticas fiscales
o monetarias inflacionistas. Es decir, se opone a todo aquello que
huela a Keynes y propone reducciones de déficit a base de descensos de
salarios o moderaciones salariales durante varios años. Lo que no tiene
en cuenta esta doctrina es que esa pobreza salarial provoca nuevas
caídas en la demanda e impide o hace más complicado cualquier
crecimiento económico. En el caso alemán, con o sin moderación salarial,
el consumo interno es siempre demasiado cauto o tímido, para
desesperación de quienes pretenden invertir o vender productos
extranjeros aquí.
Esta fórmula ideológica ha
funcionado en Alemania gracias a su extraordinaria fortaleza como país
exportador y a la disposición de sus ciudadanos a aceptar esas rebajas o
congelaciones en sus sueldos. Pero no es necesariamente transferible a
otros países. Y esa roñosería salarial tiene también algunas consecuencias vergonzantes, además del auge de los minijobs: los empleos temporales aquí han subido un 59 por ciento en los últimos diez años.
Hoy son 2,7 millones las personas con contratos temporales (la mitad de
ellas, mujeres). Y el 45 por ciento de los contratos nuevos que se
firmaron en 2011 fueron también temporales, frente al 32 por ciento en
el año 2001. Son todos datos de la Agencia Federal del Empleo de esta
semana.
Otra consecuencia desagradable de la moderación
salarial es lo mínimo o precario de las pensiones. Según ha tenido que
admitir la ministra de trabajo, el 40,8 por ciento de las personas con edades comprendidas entre los 60 y los 64 años de edad trabajan.
Hace diez años era sólo el 19,9 por ciento. Alemania es, a este
respecto, líder en Europa. 800.000 de esos ancianos son ‘mini jobistas’
que intentan así redondear sus magras jubilaciones.
Engatusar a Angela Merkel
Pero volviendo al paper de Dullien y Guérot, hay una conclusión
no novedosa pero sí interesante, que podría aplicarse al Grupo de los
Doce: mientras Merkel siga en el poder, su postura respecto a la crisis
del euro variará poco, y su mantra seguirá siendo el de la austeridad y
el control del déficit por encima de todas las cosas. Y los
socialdemócratas del SPD respiran parecido, caso de que ganen las
elecciones en otoño del año entrante. Pero los Monti, Rajoy, Cameron y compañía sí pueden enfrentarse al miura alemán con estas tácticas:
-sin
atacar el sacrosanto principio de austeridad, hay que pedir programas
de inversión y de crecimiento paneuropeos, con más gasto y más capacidad
recaudatoria por parte de Bruselas;
-en lugar de poner en
duda las políticas de saneamiento presupuestario, pedir más tiempo para
alcanzar esas reducciones de déficit o de deuda pública;
-en
lugar de exigir más acciones del Banco Central Europeo, hacer
propuestas constructivas sobre los Eurobonos que puedan ser aceptables
por Berlín.
En resumen: por la vía del enfrentamiento con
Berlín no se llegará a nada. Pero serán necesarias más cartas y, sobre
todo, muchos más encuentros personales y con más tiempo de charla con
Angela Merkel para hacerla cambiar un poco sus puntos de vista. O para
que dé vía libre a esos Fondos por liberar que existen en Bruselas para
financiar nuevos programas e inversiones. Es decir, engatusarla de
manera sutil y convincente. Sabiendo que en estos momentos, más que las
penurias de los países periféricos, a la canciller lo que le preocupa es que no naufrague su querido Pacto Fiscal, al que ve amenazado por Francia y por los dos candidatos a la presidencia. Sarkozy
anuncia un referéndum sobre el mismo si gana y Hollande amenaza con
cambiarlo o matizarlo para adaptarlo a sus posiciones socialdemócratas
si llega al Elíseo. Francia ya descarriló Europa con su ‘no’ a la
Constitución Europea en 2005 y fue Merkel quien recompuso el jarrón.
Ahora lo que menos desea nuestra Dama de Hierro es que el jarrón salte
de nuevo en pedazos por las veleidades parisinas... à suivre...
No hay comentarios:
Publicar un comentario