Una marea blanca
de miles de trabajadores de la sanidad pública, familias y pacientes,
médicos, enfermos y enfermeros, celadores, asistentes, recepcionistas,
conforman una auténtica nube de protesta que llena de razones las calles
de Madrid.
JUEVES, 29 DE NOVIEMBRE DE 2012 ANTONIO MIGUEL CARMONA
Que nadie se confunda, no caigamos en el engaño, no seamos presas de
la confusión que tratan de generarnos. No es una cuestión de austeridad,
ni mucho menos de ideología, es, simplemente… un negocio.
Efectivamente, no es una cuestión de austeridad. El Presupuesto
Sanidad de la Comunidad de Madrid para 2013 permanece prácticamente
invariable. Cabe decir a este respecto que si analizamos las partidas
que conforman la cuenta, observamos una reducción en lo público y un
aumento en lo privado. Pero, ciertamente, no deben engañarnos con el
hecho de que es una cuestión de austeridad.
Tampoco es una cuestión ideológica aunque, bien es cierto, saben
enmascararlo con la confusa idea de liberalismo del XVIII, que traen
arrastras los conservadores españoles y lo hacen suyo en algunas
regiones como la de Madrid o la de Valencia. Una burda excusa.
Es, por lo tanto, una cuestión de negocio. Un suculento business en
el que las compañías acceden a servicios inelásticos. Esa es la clave.
Un bien o servicio inelástico, precisamente, es aquel cuya demanda
varía en grado menor ante una variación mayor del precio. Dicho de otra
manera, aunque aumente el precio, no varía su demanda. Todo un negocio.
¿Dejaría usted de operarse de un enfermedad grave si le cobraran por
ello? La salud es un bien tan inelástico que seríamos capaces de darlo
todo por ella. Por eso es protegido por la producción pública: la
provisión de la administración de este tipo de bienes evita el abuso y
la mercantilización de bienes y servicios fundamentales para los
ciudadanos. Un sistema público de sanidad que garantiza, por ello, su
universalidad.
Por eso un bien o servicio inelástico como la salud es… el gran
negocio del siglo. Ésta es la clave, ni por austeridad, ni por
ideología, sino el comercio de lo más preciado.
Por eso, la lucha que ha emprendido la marea blanca no es contra la
austeridad, ni siquiera (solo) frente a una ideología rampante de hace
más de dos siglos, sino contra la prevaricación.
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