Mariano Rajoy, fiel a su apariencia de hombre previsible y de
paso lento, va a mantener hasta el final la hoja de ruta de no enseñar
la patita presupuestaria hasta el próximo 30 de marzo, fecha en la que
el Ejecutivo popular aprobará las cuentas del Estado para lo que queda
de año. Esto es, que la estrategia del Partido Popular de no asustar con
sus cuentas a los electores andaluces y asturianos, que acudirán a las
urnas el próximo 25 de marzo para elegir a sus respectivos gobiernos
autonómicos, se mantiene viva hasta el final. Lo cierto es que los
andaluces y asturianos que quieran saber por dónde van a ir los tiros
presupuestarios tampoco tienen que romperse mucho la cabeza, porque los
ajustes brutales que ha puesto en marcha el Ejecutivo popular desde el
día que ocupó Moncloa dejan bien a las claras que los Presupuestos serán
no más, sino mucho más de lo mismo.
Pero una vez salvado el trámite electoral, el Gobierno está decidido a
acelerar, al máximo, la tramitación parlamentaria del proyecto de
cuentas públicas. Rajoy, se supone que consciente de que su calendario
político le importa un bledo a Bruselas y a los mercados, va a acabar la
jugada con un apretón de última hora. Y por eso, según informaron a Cuartopoder fuentes
parlamentarias, el próximo martes 3 de abril se convocará, de forma
extraordinaria, una reunión de la Junta de Portavoces con el único
objeto de habilitar la semana posterior a Semana Santa (durante la que
nunca se convocan plenos) para celebrar el debate de Presupuestos
durante los días 10 y 11.
Y no sólo eso. El PP pretende que las
distintas comisiones en las que deben producirse las comparecencias de
los responsables de cada departamento ministerial y posteriormente el
debate de las enmiendas al texto que envíe el Gobierno -y que luego
serán remitidas al Pleno-, empiecen a reunirse esa misma semana y, si es
posible, cerrar el trámite del debate en comisión el 21 de abril.
Nuevamente, el mejor aliado para que el calendario pergeñado por los
populares salga adelante será su sobrada mayoría en la Cámara Baja.
El objetivo parece doble. Por un lado, quizás el Gobierno piense que
el chaparrón que le va a caer por el ajuste duro, no sólo en el
Parlamento, sino posiblemente también en la calle y en las redes
sociales, conviene pasarlo cuanto antes. Y por otro, este ansioso
acelerón de última hora parece un nuevo lametón en la mano de los
mercados, que ya están dando síntomas de que con lo de la reforma
laboral y los otros ajustes de caballo que se han producido hasta la
fecha no les vale y que, de hecho, ya han empezado a tentar nuevamente
bajo las enaguas de nuestra prima de riesgo.
En cualquier caso, la experiencia nos dice que el debate
parlamentario del Presupuesto ha interesado siempre más a los medios que
a la opinión pública, que, sencillamente, pasa del debate
presupuestario más que un madrileño del paraguas. Posiblemente este año
también sea así, aunque ahora que todos los españoles saben qué es la
prima de riesgo y cómo afecta eso a sus maltrechos bolsillos, la
atención respecto al debate de los dineros públicos sea esta vez mayor.
Parece que ahora toca correr. El problema no es cuánto, sino hacia
dónde.
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