La reforma laboral castiga más a la mujeres y deja en evidencia a Gallardón
El ministro de Justicia y notario mayor del Reino, Alberto Ruiz-Gallardón,
llega puntual (las 9 de la mañana) al hemiciclo del Congreso, ocupa su
sillón en el banco azul y escucha con atención la exposición de su
correligionaria y ministra de lo que no hay (Empleo), Fátima Báñez,
sobre una reforma laboral que si no va a crear empleo tratará de
impedir que el despido sea el último recurso, dice. Báñez despacha sus
folios en 23 minutos. Van llegando señorías.
Sube a la tribuna la
portavoz socialista, Soraya Rodríguez, y emplea su primera parrafada en refutar los tres adjetivos que el Gobierno ha colocado en el preámbulo del real decreto. “Es
una reforma completa –cambia radicalmente las causas y procedimientos
del despido–, es útil –para el objetivo no expresado de facilitar el
despido– y es equilibrada –rompe los equilibrios constitucionales”. Para quienes no entiendan la ironía, suelta de sopetón: “Y además es una barbaridad”. Pateos y abucheos.
Báñez y José Ignacio Wert cuchichean y se ríen. Gallardón no. Es un ministro muy serio, es el hombre que va a “proteger a las embarazadas” de ese “cierto rechazo social” y esa “violencia estructural”
que dice que sufren, para lo cual no le queda más remedio que cambiar
la ley del aborto y liquidar el derecho de las mujeres a decidir su
maternidad. Su argumento es tan “cínico” y “peregrino”
que desde que lo formuló hace 24 horas en ese mismo sillón no ha dejado
de recibir críticas por todos los costados y desde la globosfera. La
seriedad del nieto del belicoso Tebib Arrumi, corresponsal radiofónico del generalísimo dictador en la contienda civil, resulta muy comprensible.
Sigue el debate. Es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer
Trabajadora, y dos mujeres (Báñez y Rodríguez) protagonizan el
enfrentamiento. Al final seis mujeres de un total de 13 oradores, lo que
roza la paridad. De pronto, la socialista Rodríguez se inclina sobre la
tribuna, mira a Gallardón y le espeta: “Ayer tuvimos ocasión de
escuchar unas manifestaciones que sólo descalifican a su autor, pero
también a todos los que aplaudieron. ¿Cómo puede decir que se protege el
derecho a la maternidad cuando esta reforma lo que hace es limitar el
derecho de lactancia? ¿Cómo se puede defender el derecho a la maternidad
cuando…”
El presidente de la Cámara, Jesús Posada, la corta: “Ha rebasado su tiempo”. Rodríguez responde: “Aquí no se viene a callar, se viene a argumentar”. Y añade: “La
reforma laboral hace que lo que era el derecho a la conciliación de la
vida familiar y laboral hasta este momento, un derecho de los
trabajadores, ahora dependa exclusivamente de la voluntad del empresario”. Gallardón no se inmuta. Báñez elude el asunto en la réplica. Rodríguez abunda en su segunda intervención: “Las
mujeres no necesitamos que ustedes nos protejan; exigimos respeto, no
tutela. Ustedes, los de entonces, los de siempre, siguen siendo los
mismos”.
Bañez evita responder y Gallardón se mantiene impasible. Uxue Barkos, de Geroabai, emplea parte de sus tres minutos en denunciar una reforma que “redobla
el daño a las mujeres y demoniza las bajas hasta el punto de establecer
el despido procedente por nueve días de enfermedad”. Ana María Oramás, de Coalición Canaria, incide en la materia. Joan Tardá, de ERC, denuncia: “Suprimen los derechos por maternidad” y afirma: “No es una reforma, es terrorismo empresarial”. Sabino Cuadra,
de Amaiur, invita al Gobierno a leer las pancartas de las mujeres que
se van a manifestar este 8 de marzo y después de una trifulca con la
vicepresidenta Celia Villalobos porque le advierte que le queda medio minuto de los cuatro de su tiempo, carga contra el “enladronamiento” de banqueros y de “Alí Babá y los 35 del Ibex”.
Joan Coscubiela, de IU-IC, se dirige a las diputadas del PP y CiU, que apoyan la reforma: “Creo
sinceramente que como mujeres ustedes no pueden dar su voto a una norma
que va a hacer más difícil la vida de las mujeres trabajadoras, quienes
en muchas ocasiones se van a ver obligadas a escoger entre su vida
laboral y familiar y su derecho al trabajo. No son entelequias.
Pregunten a las mujeres de las empresas de la limpieza lo que va a
suponer la introducción de las horas extraordinarias en el contrato a
tiempo parcial. Pregunten a las cajeras de supermercados lo que les van a
suponer los cambios unilaterales de horarios impuestos por la empresa”.
Todos los grupos, menos el PP y CiU coinciden en que la reforma va a
perjudicar más a las mujeres. Tal vez por eso carece del preceptivo
informe sobre impacto de género.
Pero es Emilio Olabarría, jurista de reconocido
prestigio, quien, además de sustanciar las vulneraciones del 7 y el 37
de la Constitución, sistematiza los perjuicios inmediatos a las mujeres:
“La reforma elimina el derecho al permiso de lactancia; en los
contratos a tiempo parcial, que en su mayoría corresponden a mujeres,
permite al empresario obligarlas a hacer horas extraordinarias, y en la
excedencia para cuidar a los hijos, se suprime la garantía de reserva
del puesto de trabajo”.
El “protector” de las embarazadas, Gallardón, no se inmuta,
mantiene la compostura, vota y hace mutis por el foro. El decreto sale
convalidado por 197 votos (PP, CiU y dos del Grupo Mixto) frente a 142
de los demás grupos. La derecha se aplaude a sí misma. En la calle, las
mujeres trabajadoras dedican un promedio de 6:35 horas al día a realizar
su jornada laboral y 4:25 a las tareas del hogar (Último estudio del
Consejo Económico y Social). Si añadimos el tiempo de transporte,
¿cuándo viven?, ¿cuánto tiempo les queda para sí? Por temor a perder su
puesto, sólo 33.251 se atrevieron a pedir excedencia en 2010 para cuidar
a los hijos
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