El improperio pronunciado por la diputada del Partido Popular Andrea Fabra en sede parlamentaria, podría tacharse de muchas formas: como un desprecio a un pueblo que está sufriendo en sus carnes unos tremendos recortes que pagan una fiesta a la que no fue invitado, como un insulto al resto de representantes de la Cámara o como la ausencia de un mínimo de respeto, ética y decoro que debería exigírseles a cualquier representante de la ciudadanía…
Sin embargo, y a pesar de que todo lo dicho hasta aquí es cierto, este episodio podría encarnar la decadencia de unos partidos políticos que hace tiempo que han perdido su razón de ser, esto es, por su alejamiento de la sociedad –creen que la realidad es la que perciben desde sus torres de marfil– que está derivando en una falta de legitimidad social, que potencia la desafección política y que abre espacios a un populismos siempre atento a las crisis políticas y sociales…
Otro de las cuestiones, que en cierta medida es el núcleo central del problema, son las dinámicas internas de los partidos políticos, vemos como hay diputados que son hijos de altos cargos del partido, como hay quien parece anteponer los amiguismos, clientelismos y nepotismos varios al bien del partido y de la sociedad, de ahí se deriva que unas estructuras que deberían ser meritocráticas han pasado a comportarse como redes de intereses clientelares en las que, muchas veces, llegan a la cúspide del poder aquellos personajes mediocres cuyo principal mérito ha sido saber navegar entre un mar de familias enfrentadas e intereses contrapuestos…
Pero ¿cómo se ha llegado a esta situación?, creo que las respuestas –a pesar de estar planteadas en forma interrogativa– podrían ser sencillas y entrever posibles vías de solución: ¿cuántos castellonenses sabían y conocían los méritos de los candidatos de la lista presentada en su circunscripción, en este caso del PP, de por ejemplo Andrea Fabra?, ¿qué opciones tenían los electores para evitar o modificar dicha lista?, además, si los ciudadanos no tienen voz ni voto para decidir sobre las candidaturas ¿cuál es el criterio que usan las élites de los partidos para confeccionar dichas listas?…si para ser diputado antes has de ser escogido por el aparato del partido ¿qué grado de representatividad y legitimidad real tienen respecto a la sociedad?, ¿acaso las listas cerradas, las circunscripciones electorales hechas a medida del interés de los grandes partidos o unos programas electorales-ficción no son un síntoma de menosprecio o infantilización de la ciudadanía y una forma de banalización de la política?…
José Rosiñol Lorenzo
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