El grupo 'popular', en la comisión parlamentaria. |
Menos mal que son como una familia, oye, y no lo decimos nosotros. Fue Paulino Rivero el otro día, en el Club La Provincia, donde elevó a ese tipo de relación la que -dijo- siempre mantuvieron los socios del Gobierno canario, CC y PP, hasta la ruptura soriásica. Y menos mal que son como una familia, insistimos, porque si llegan a ser irreconciliables enemigos probablemente tendríamos que llamar a los Cascos Azules para evitar una guerra civil. El PP dio este martes una nueva vuelta de tuerca a su empeño por distanciarse de sus socios de toda la vida, pero lo hizo desparramando una cacharra de gasolina por encima de los dos partidos y poniendo la caja de los fósforos en manos de un atrevido diputado regional conservador, un tal Víctor Moreno, un eficiente mandado. Es muy libre el PP de criticar sus propios presupuestos, los últimos de la era soriana, incluso es muy libre de votarlos y dar a Paulino Rivero el último balón de oxígeno que necesita para llegar a las elecciones de mayo. Pero lo que no puede hacer ni el PP ni cualquier otro partido es ciscarse en las instituciones canarias con la naturalidad con la que lo hizo
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